Luis Zaragoza. Fotografía de Ana Máñez
(...) En el fondo, (Pérez Santos) no era más que un tonto del culo, un ignorante encantador. Quiero decir, un ingenuo, un ignorante y también un tonto del culo, además de ingenuo y de encantador, ya que esta palabra (culo) despuntaba por encima de otras muchas en cualquier frase de su reducido vocabulario: mira qué culo, me da por el culo, te importa poco mi culo, vigila tu culo y otras versiones muy del estilo.
Igualmente era un tonto del nabo y un tonto del coño de tu madre. Y adornaba con ambas expresiones las ya citadas delicias, encadenando enormes ristras de palabras sin desperdicio ni, muchas veces, fin: te la voy a meter por el culo, el coño de tu madre en mi nabo, vigila tu coño, me da por el culo, me importa poco tu coño, mira qué culo o no me sale del nabo.
Para poder mostrar aquí una parte significativa del desconocimiento general que poseía acerca del mundo —signo claro de su verdadera candidez, pese a utilizar aquel irritante lenguaje—, tan sólo diré que Pérez-Santos mantenía la teoría de que en Estados Unidos todas las mujeres salían de su casa sin llevar puestas las bragas, y que en la playa de Palm Beach las titis tomaban el sol completamente desnudas, porque allí, aseguraba, eran todas unas guarras.
Final del Capítulo 4 de la novela
"En los bares nunca llueve"
Igualmente era un tonto del nabo y un tonto del coño de tu madre. Y adornaba con ambas expresiones las ya citadas delicias, encadenando enormes ristras de palabras sin desperdicio ni, muchas veces, fin: te la voy a meter por el culo, el coño de tu madre en mi nabo, vigila tu coño, me da por el culo, me importa poco tu coño, mira qué culo o no me sale del nabo.
Para poder mostrar aquí una parte significativa del desconocimiento general que poseía acerca del mundo —signo claro de su verdadera candidez, pese a utilizar aquel irritante lenguaje—, tan sólo diré que Pérez-Santos mantenía la teoría de que en Estados Unidos todas las mujeres salían de su casa sin llevar puestas las bragas, y que en la playa de Palm Beach las titis tomaban el sol completamente desnudas, porque allí, aseguraba, eran todas unas guarras.
Final del Capítulo 4 de la novela
"En los bares nunca llueve"