jueves, 1 de mayo de 2014

En los bares nunca llueve

Luis Zaragoza. Fotografía de Ana Máñez



    (...) En el fondo, (Pérez Santos) no era más que un tonto del culo, un ignorante encantador. Quiero decir, un ingenuo, un ignorante y también un tonto del culo, además de ingenuo y de encantador, ya que esta palabra (culo) despuntaba por encima de otras muchas en cualquier frase de su reducido vocabulario: mira qué culo, me da por el culo, te importa poco mi culo, vigila tu culo y otras versiones muy del estilo.
    Igualmente era un tonto del nabo y un tonto del coño de tu madre. Y adornaba con ambas expresiones las ya citadas delicias, encadenando enormes ristras de palabras sin desperdicio ni, muchas veces, fin: te la voy a meter por el culo, el coño de tu madre en mi nabo, vigila tu coño, me da por el culo, me importa poco tu coño, mira qué culo o no me sale del nabo.
    Para poder mostrar aquí una parte significativa del desconocimiento general que poseía acerca del mundo —signo claro de su verdadera candidez, pese a utilizar aquel irritante lenguaje—, tan sólo diré que Pérez-Santos mantenía la teoría de que en Estados Unidos todas las mujeres salían de su casa sin llevar puestas las bragas, y que en la playa de Palm Beach las titis tomaban el sol completamente desnudas, porque allí, aseguraba, eran todas unas guarras.

      Final del Capítulo 4 de la novela 
               "En los bares nunca llueve"